Editorial
NPL
Edición 24
La defensa moral del capitalismo
1 de febrero 2005
Por Ismael Sambra
ismaelsambra@nuevaprensalibre.com
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No cabe dudas que lo que funciona es lo que prevalece.
Nada en la historia de la humanidad ha perdurado en contra de los principios
que rigen la evolución y el desarrollo. La capacidad que tiene la
filosofía del capitalismo de adaptarse a las prácticas económico-sociales
le ha dado la posibilidad de prevalecer independientemente de los errores
y de sus acérrimos enemigos y detractores. Si no ha sido el mejor
modelo para el bienestar de la humanidad, al menos, ningún otro modelo
lo ha sustituido y mucho menos superado.
El fracasado modelo comunista que intentó llevar su teoría
a la práctica, quedó atrás, aunque algunos persistan
en regenerarlo con sutiles mascaradas oportunistas. La esencia del Capitalismo,
por el contrario, que saca de la práctica sus postulaciones, sigue
adelante. ¿Cuál es la razón que lo empuja y lo hace
superior a pesar de los atrincherados -muchos de ellos en la izquierda comunista?
Es sin dudas, la Libertad. Democracia y Capitalismo marchan juntos como
la más armónica combinación de estructura y superestructura
en toda civilizada sociedad. Y en esto saca siempre ventajas, frente a los
extraños engendros que intentan mezclar ahora Capitalismo con totalitarismo,
como China, Corea del Norte, Viet Nam y Cuba.
Las prácticas del Capitalismo surgen espontáneamente y se
reajustan frente a las exigencias y leyes del mercado. Tienen el don de
resanar por sí mismas sus heridas y podar sus ramas secas o improductivas.
La iniciativa privada es su mejor tonificante.
La competencia contribuye a la calidad de cada saneamiento o cura cronometrada.
Es un proceso cualitativo que a corto o mediano plazo redunda en beneficio
de la colectividad.
¿Pero qué pasa con los capitalistas que en su afán
de riquezas negocian hasta con el enemigo?
Los capitalistas entienden mucho de rendimiento, de productividad; pero
muy poco de ideologías y de la defensa moral del sistema que los
promueve y protege por naturaleza, al promover y proteger la propiedad privada
como principal cimiente para la producción.
Por ese vacío ideológico es que los capitalistas invierten
en China, North Corea, Viet Nam y Cuba, últimos rezagos del comunismo,
invierten en países que por su esencia ideológica los desprecian.
Parece que contra esto no hay embargo que los haga entender, pues lo burlan
para dar oxígeno con sus inversiones a sus juramentados verdugos.
Los pueblos olvidan fácilmente sus tragedias y muchos capitalistas
parecen olvidar que fueron víctimas de confiscaciones y que perdieron
todo cuando estos regímenes tomaron el poder. La "Defensa moral
del capitalismo" se impone, como sistema que los promueve, que los
genera. Pero más bien muchos actúan en su contra, sin entender
que en esto se juegan la propia existencia. Y los trasnochados comunistas
al borde del abismo se aprovechan de este vacío ético para
sobrevivir y esperar el momento de la revancha. Afortunadamente ahora son
menos y el tiempo se les acaba.
¿Y qué decir de los países que les hacen el juego?
Las políticas erradas y contrapuestas de muchos gobiernos cargan
su parte de culpa. Canadá, por ejemplo. Mientras condena las violaciones
de los derechos humanos en Cuba, establece su llamada "Relación
constructiva" donde compañías como la Sherry descubren
y explotan níquel y pozos petroleros y por unos dólares más
se vuelven viles cómplices en la explotación de cubanos indefensos,
controlados y mal pagados por su régimen.
La Unión Europea hace otro tanto. Después de castigar a Castro
durante dos años por el encarcelamiento de los 75 más renombrados
líderes disidentes, vuelve al supuesto diálogo con un sordo
que no quiere oír, y se muestra más desesperada que el propio
Castro en el restablecimiento de las relaciones, después que logró
la liberación simbólica de algunos prisioneros políticos
en lugar de todos como había condicionado inicialmente para la ayuda
económica.
Estados Unidos, abanderado luchador contra el comunismo, también
ha contribuido directa o indirectamente al sostenimiento de sus enemigos.
La política de comercio favorecido con China se contrapone a la política
de embargo usada con Cuba. Y nos preguntamos, ¿por qué la
diferencia frente a regímenes que se definen con la misma esencia
ideológica? Ambas políticas en sus extremos han dado funestos
resultados, precisamente por eso, por ser políticas extremas.
Ahora USA está afrontando las consecuencias frente a los capitalistas
que presionan para invertir en Cuba y frente al peligroso crecimiento de
China impulsado por los capitalistas.
China, declarada por USA como nación preferencial para el desarrollo,
se le convierte poco a poco en un bumerán. Con el aliento capitalista
recibido, el gobierno chino declaró recientemente que está
listo para volver a ser el imperio que antaño fue, antes de ser literalmente
arruinado por la centralización comunista. Sin dudas, China es "Un
Franquestein made in USA", y el final de esta historia ya lo sabemos,
ya sabemos lo que hace el monstruo con su creador.
De esas contradictorias "presiones" estos regímenes se
burlan. Cuba, después de hacer ciertas obligadas concesiones a la
inversión capitalista, ahora vuelve a la inoperante centralización
de su economía, con sólo recibir unas gotas de oxígeno,
para luego seguir echándole la culpa al embargo americano de su inevitable
desastre. Parece un estilo de estos déspotas autodeclararse enemigos
de los Estados Unidos. Es un truco manido culpar y atacar al "imperialismo
yanqui" para que los envidiosos de la riqueza ajena, esos que quieren
arrebatarlas en lugar de producirlas, se sumen. La Venezuela de Chávez
es el más claro ejemplo y quizás la Argentina de Kirchner
siga esos pasos. Es como declararse enemigo de la vaca y alimentarse de
su leche. ¡Tamaña ingratitud! Es como tomar el fruto y la sombra
del árbol mientras trituramos sus raíces.
¿Qué se puede hacer frente a esta gran hipocresía?
La lucha es dura, más dura cuando se lucha contra enemigos y traidores,
sobre todo cuando son más los traidores que los enemigos.
Y mientras tanto los últimos déspotas comunistas o no comunistas
sobreviven burlándose de todos, recibiendo de algunos "enemigos"
lo que le quitan otros.
Sabemos que los intereses económicos marchan por encima de los intereses
políticos y que el fracaso del comunismo radicó además
por haber hecho lo contrario. Confiemos entonces en que de todos modos el
triunfo seguirá siendo nuestro por el amor que se desprende y suma
voluntades y corazones, por la inclinación natural que tiene el hombre
hacia la libertad, frente a cualquier variante o formas modernas de esclavitud.
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